Editorial

La insuficiente seguridad genera “justicia por manos propias”

Lo que se convirtió en cotidiano, la inseguridad, la corrupción, la desidia, arremeten con fuerza constante en todo el país, no existiendo un momento de mediana paz para la ciudadanía.

Primordialmente se siente rigor mayor la inseguridad, siendo el acecho de la delincuencia no profesional agobiante.

No mermaron, pese a la emergencia sanitaria, homicidios, asaltos, robos.

Las “ratas”, no temen al Covid-19, siendo estos parásitos en biciclos la plaga más perjudicial.

No hay freno por la desidia policial, la pereza fiscal y una justicia venal.

Fomentar la presencia policial en las calles en forma constante y no circunstancial, no solo para coimear, será un paso fundamental para amainar la “lluvia” delincuencial de haraganes que despojan de pertenencias a gente humilde, y que en muchos de los casos asesinan a sangre fría por un puchito de dinero, un celular o una moto.

Acabar con esta raza de alimañas, actuando con fuerza, es la obligación que debe cumplir la Policial Nacional, y no solo montar barreras para atacar a transgresores de normas administrativas.

Lo incurable de la delincuencia, debe ser tratado como tal.

Drogadictos, pillines, haraganes y rateros deben encontrar a una dotación policial implacable, de modo a desalentar este rubro.

Si tenemos unas fuerzas de seguridad firmes y sin contemplaciones hacia lo ilegal, no será posible el predominio de los malvivientes, incluso en tiempos fuera de emergencias.

La responsabilidad es total de las autoridades y la insatisfacción, así como la impaciencia ya llegó al límite en la población en general honesta.

La justicia por manos propias es fruto de la ineficiencia de todos los órganos involucrados en la seguridad, Policía, Fiscalía y la Justicia.

La ciudadanía, al no encontrar respaldo, debe recurrir a la autoprotección, y fomentar guardias privadas.

Zánganos que primero disparan para luego robar, deben también ser tratados y medidos con la misma vara. La severidad es la única forma de causar al menos susto en inservibles de la sociedad.

Un seguimiento adecuado de la fiscalía, acompañando acciones preventivas y garantizando operaciones, también figuran dentro de lo positivo para buscar erradicar la actividad de las “ratas”.

Juzgados objetivos, insobornables, que no dictan medidas menos gravosos a delincuentes y preocupados con la sociedad, forman el engranaje de la maquinaria que debe funcionar para enfrentar la malvivencia. Todo esto, hasta la fecha es nada más una expresión de deseo, una quimera, un ideal.

No van poderosos y protegidos a las cárceles.

Si la policía cumple con su función en forma cabal, entonces sí se puede deslindar responsabilidades en torno a este flagelo que sucumbe al miedo superior que al propio Coronavirus.

La pelea debe ser real y constante.

La realidad no puede seguir, donde los asustados están compuestos por la ciudadanía trabajadora y honesta, mientras los “anarquistas” son vagos e inútiles restos de la inmundicia social.

Últimas

Inicio