Editorial

La imposición de lo incorrecto

Hace un buen lapso de tiempo, se viene poniendo en práctica el ataque inmisericorde a los valores cristianos, humanos y sociales, enfatizados en el pedido constante de supuesto respeto o libertades, a gustos o tendencias. Por más contradictorio que parezca, en nuestro país, una población de raíces tradicionales, de apoco empieza a sentir la afrenta de los nuevos tiempos, o mejor de la degradación de lo moral.

No siendo algo ajeno al conocimiento, lo moral está vinculado a  “principios básicos basados en leyes naturales que aspiran al bien supremo. Impone el «deber ser», es decir, la realidad ideal y realizable”. Esta misma concepción ha regido pueblos enteros, mucho antes de la concepción social como tal.

La propia legislación hace mención en todo su alcance sobre este pilar de la humanidad, en los diversos rubros de la ley. No es solo una cuestión de posturas contrarias, sino un argumento más que válido como para evitar que conductas desviadas, como la homosexualidad, la necrofilia, la zoofilia, y otras tantas aberraciones humanas, no puedan ser sostenidas como potable de protección o válidos de respaldos oficiales.

Resulta un verdadero agravio para la esencia humana y social, creer que lo anormal, como dos hombres a pleno beso, bailes eróticos, o mujeres con caricias íntimas, ser aplaudible como modo de protesta, reclamando “derechos”, cuando la desviación no tiene el más mínimo derecho de ser respaldado, y menos promocionado.

Lo amoral ni siquiera es mencionado en nuestra ley, por lo que mucho menos puede ser comprendido como rama de la tendencia humana con razón de protección. Como ya hemos mencionado, los homosexuales cuentan con protección por el hecho de ser humanos, pero de ninguna manera pueden apelar a legalizar, custodiar, o financiar tendencias sexuales.

Toda sociedad tiene criminalidad, así como componentes torcidos. Pero de ahí a buscar ser tenidos por ley especial condición, casi pos obre lo natural, no es defender derecho de la minoría, sino degradar a la mayoría. La costumbre es un accionar general y repetido por un grupo de personas y que es generalmente aceptado, de ahí que cosas como abrir temas sobre cualquier hecho y que viole las reglas no es costumbre.

Tanto la moral como las buenas costumbres, son, y deben seguir siendo las reglas de convivencia que apunta a sobrevivir bajo una coordinación del deber ser. El fomento de la homosexualidad, es sencillamente publicitar y buscar adhesión a lo anti-natural. Ni por asomo es un género. Un género es complemento, y se asocia para fecundar.

La familia es la más agredida con estas ideas de libertades que más bien se encuadran dentro de un libertinaje. Hombre y mujer, sin más vueltas, sin medias medidas, o a veces uno u otro. La esencia de las leyes positivas está en el Derecho Natural, en lo que como humanos debemos comprender como realmente correspondiente.

La anarquía generada por las tendencias torcidas no debería prosperar en una población normal, que entiende la necesidad de reflotar los valores. Como ciudadanía se debe estar atenta ante tantos intentos por desmoralizar la esencia humana. Muchos del relativismo moral dejan de lado cualquier idea de sostener lo correcto, y hacen vista gorda a estos intentos indisimulables por destruir las familias.

La drogadicción es mal que tiene incidencia negativa en la sociedad, pero bajo este principio de que se debe respetar la “opción”, no estará lejos de que cualquier desviación tenga la exigencia de ser amparada oficialmente. El deber ser es un  precepto que acompaña  la misma existencia de la raza humana. El placer desviado, no puede imponerse por ley, ni en la naturaleza.

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