Editorial

Los efectos de la degradación del deber ser

La realidad ha hecho aprender que la vida está repleta de meras apariencias, ilusiones que se proyectan en una sociedad mentirosa que profesa externamente valores que en su interioridad lo rechazan.

En este tiempo se debe sumar a esa hipocresía tradicional, el relativismo moral. Según conceptos coincidentes, la ética, permite a cada uno, la definición de lo que es correcto o no, mientras que la moral otorga a las personas, autoridades civiles o eclesiásticas, el derecho de definir estos conceptos.

El relativismo moral hace que los individuos se rijan únicamente por su propio esquema ético, dejando todo en indefinición. El parecer, fingir, antes que realmente ser, prevalece penosamente en la generalidad de los estamentos de la comunidad, desde los propios hogares, lugares de trabajo, propagándose hasta las raíces de la sociedad.

Esta modalidad de doble moral, la profesan más que perfectamente muchos políticos y autoridades, que en discursos y mensajes involucran a Dios, a la honestidad, al bienestar general y a la familia, mientras sus vidas se contraponen totalmente a sus expresiones, cumpliendo con el gastado “haz lo que yo digo, no lo que yo hago”. Sin dudas lo más visible siempre se da sobre quienes son “líderes”, auto-denominados o no, pues la exposición de los mismos a la opinión pública es constante.

No obstante, detener la percepción en propias conductas es más justa y valedera, pues la corrección del otro, no trae beneficios como el propio cambio. El aparentar honestidad, y hacer alarde de este valor queda muy desdibujado cuando se la sostiene en base a un trabajo al margen de la ley, como ser el contrabando o amañando licitaciones, recibiendo dádivas, evadiendo impuestos, y cubriendo estos hechos con un manto de legalidad.

En los mismos trabajos, miles de personas, prefieren utilizar el arte del engaño, para vender algún producto o para obtener beneficios económicos, sin medir, o mejor, inculcando a sus conciencias que no se ha hecho nada de malo. Resulta hasta pintoresco que hechos denunciados como negociados en las municipalidades o cualquier estamento oficial, implique críticas porque la prensa publica, cuando en realidad lo que deberían criticar es el desenfreno y la falta de responsabilidad en el manejo de la cosa pública.

Pero los medios no están exentos de la hipocresía y el relativismo. En los medios de comunicación tergiversar una información ha pasado a ser moneda corriente, y literalmente “moneda”, en donde seudo-impolutos periodistas de garaje, no tienen el más mínimo rubor de orientar la noticia falseando datos o hechos, mediante el pago de miserables sumas de dinero que son capaces de comprar conciencias, pero siempre sosteniendo su trabajo en la más clara apariencia de objetividad y honestidad.

En los mismos hogares ocurre esa lucha diaria de lo correcto ante lo incorrecto, pero como esta pelea es ardua, es mucho mejor para la mayoría hacer creer que se hace lo bueno. Matrimonios donde solo se fingen valores, padres de familias que descuidan a sus hijos en la educación en valores y la espiritualidad, maestros que llevan vidas desordenadas, sacerdotes que solo en homilías cumplen con sus votos y principios, traducen a las claras cuan enferma está la sociedad. No solo por los políticos deshonestos, si no por la falsa moral de sus integrantes.

Desde sexualidades controvertidas hasta megalomanías patológicas, adornan este triste intercambio del deber ser, por un cómodo y degenerado ser. Ciudadanos que viven en el relativismo, adaptando las normas de convivencia a lo que él cree, es la suma perfecta a la mediocridad total. Una sociedad que sobresale por apariencias, es una comunidad vacía y mentirosa.

Los chicos aprenden no con las instrucciones teóricas, si no copiando los actos de padres y seres queridos, por lo que si se anhela que los mismos crezcan y se fortalezcan en valores positivos como la honestidad, hay que comenzar por actuar en ese marco y no precisamente solo hablar. Desechar lo negativo y reencauzar lo tortuoso es la consigna para ser mejores personas, y ello es requerimiento ineludible para cambios de realidades.

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