Editorial

Los acosadores son agresores sexuales

Las violaciones que se reportan diariamente en la región, son episodios abominables que se han convertido en drama social, con poca oposición de las instituciones oficiales, debido a un conjunto de elementos que protegen a depravados. Pero es justo considerar que esta patología de miserables hombres preferentemente, nace con los acosadores, que son igualmente agresores sexuales.

Y como si la misma coacción no fuera suficientemente abominable, se suma a las amenazas posteriores de quienes fungen de “señores”, en estamentos importantes como Itaipú Binacional, instituciones educativas como el CRECE, universidades, municipalidades y las mismas iglesias de diferentes religiones.

Históricamente se han reportado denuncias de acosos de seres que no tienen la capacidad natural de lograr relaciones sexuales consentidas, apelando a coqueteos en base a promesas de dinero, ascensos, contrataciones, para luego trasladarse a amenazas de despidos. El drama aberrante de lo que se plantea en este tiempo, siempre sufre con encubrimientos y minimizaciones del hecho punible.

Todos los días, sin exagero, pedófilos e inútiles seudo varones ultrajan a mujeres, destruyendo vidas, y todo esto comienza con el acoso. Este flagelo que no ocupa la atención de autoridades, debido a que no permite populismos a quienes los encaran, mostrando el interés de quienes tienen la posibilidad de dar respuestas a dramas que se presentan.

Quienes destruyen vidas de mujeres, o intentan, no pueden recibir castigos menores, pues tienen dificultades mentales que no son compatibles con funciones. Degenerados merecen el repudio concreto de las leyes, la sociedad y de la misma humanidad. Una agresión a la autonomía sexual, también se da con el acoso.

Es necesario más que nunca ocuparse de este tema que es casi un modismo en el mundo del revés, y donde carentes de hombría creen que pueden cubrir inmundicia amedrentando o exponiendo su capacidad económica. Las penas establecidas para esta abominación humana son tan benignas, que cualquier estudiante de derecho ya hubiera planteado aumentarlas. Si no existe un respaldo legal para buscar frenar con el temor de la pena carcelaria, deberían al menos surgir ideas en las autoridades políticas, quienes reciben altos salarios para tal efecto.

Y es aquí, donde la ciudadanía “sana” debería presionar a sus representantes para al menos en este contexto operar en consecuencia. La degradación humana tiene un tinte patológico, pero solo se fortalece si su entorno lo descuida y si los mecanismos de control no funcionan. La falta de reproche moral ante abominaciones como el acoso, hace que las personas crean que la situación solo tocará a otros, o porque se “buscó”.

Es perentorio que se busquen modalidades para enfrentar las coacciones y el acoso, pues el quedarse nada más espantado al leer tapas de los diarios, o al escuchar audios, y luego olvidarse, es lo que colabora para que depravados circulen sin oposición, y estén como si nada en entes binacionales, centros educativos, universidades y organismos oficiales. El hombre que se vale de la violencia o presione con su cargo, para satisfacer placeres, no es más que un remedo de animal cobarde.

Últimas

Inicio