Editorial

La prensa es la culpable

El “pararrayos” de las últimas décadas de autoridades y políticos sin dudas ha sido la prensa, por lo que copó la preferencia dirigencial de ataques por propias ineptitudes o mezquindades. Ahora resulta que los medios de comunicación, al cumplir el rol de informar, de dar a conocer arbitrariedades como repetidos negociados, se está “atentando” contra la estabilidad gubernamental, conspirando contra gobernantes desde “pocilgas”.

Solo en la cabeza de un malviviente puede pasar que al ser descubiertos fechorías, se encuadren dentro de alguna persecución política. La realidad es clara al retratar que a través de los medios se detectaron innumerables casos de corrupción, que desnudaron conductas de muchos impolutos.

¿Qué culpa tiene la prensa que el entorno de Mario Abdo Benítez sea inepto, que el mismo Presidente se contradiga?

Es poco probable que una publicación haya sido el causante de despilfarros en salud públicas, monopolio de ventas de materias prima para asfaltos, ventas “sospechosos” de combustible, aunque en el espacio oficialista los hechos sean discutibles.

Es paradójico que al ser el “poder” más eficaz a la hora de determinar irregularidades de diputados, senadores, ministros y otros tantos funcionarios estatales, hoy la prensa sea el “Satanás” del Gobierno que intenta hacer bien las cosas. No es la prensa la que despilfarra dinero del Estado, o que permite utilizar bienes públicos para campañas proselitistas.

Los medios de comunicación no son los encargados de velar por la salud de los ciudadanos, ni tampoco de contratar a afines para acceder a salarios del Estado, mientras miles de profesionales altamente capacitados no logran ni siquiera arrimarse al balcón de una secretaria de Estado.

No fueron periodistas los que firmaron actas entreguistas.

Lejos de auto-críticas, los que ostentan poder solo se pasan evadiendo responsabilidades, incluso hasta cuando son grabadas públicamente.

Esta incoherencia habla de personalidades peligrosas y hasta delirantes. La tergiversación de información es un mal que abunda en algunos medios de comunicación, pero no a este nivel que intenta vender la administración central. Ni que decir a nivel local.

La ineficiencia, inoperancia, hipocresía y la vida opulenta de autoridades, son cuestiones no atribuibles ni siquiera al medio más amarillo existente.

Si no hubo cambio, que culpa tuvo la radio, el diario o la televisión? Es ridículo culpar a medios del descalabro en que siguen  desenvolviéndose desde la asunción al Gobierno.

La falta de patriotismo en referentes de los diferentes partidos políticos marca el mismo ritmo cansino de un tercermundismo que no avanza hacia tiempos mejores, debido a un liderazgo errático e inconducente.

Politiquerías, arbitrariedades, y mezquindades no son delirios de quienes publican desaciertos de seudo políticos.

Es propio en el inmaduro e irresponsable, intentar arrojar cargas sobre hombros ajenos, y mejor todavía si ese peso se traslada hacia sectores de donde proviene el dedo señalador.

Es hasta increíble que de papel fundamental en la democracia, los comunicadores pasen a ser desestabilizadores y tergiversadores sencillamente porque las críticas van hacia los hoy del Gobierno. No es una “institución” infalible, ni mucho menos ciento por ciento sana, pero la coincidencia hacia que son demasiados desaciertos de administración, es un criterio válido y real hasta para el más corto de ética.

Guste o no, el actual Gobierno cae en los mismos vicios que el anterior.

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