Editorial

La evaluación legislativa sigue siendo la misma

El Poder Legislativo en su statu quo, como es lógico, sigue siendo un antro de subespecie de la política, con repetidos comportamientos caricaturescos sin ninguna gracia. Con personajes con nombres distintos, pero con los mismos vicios, sin rubor alguno, atentan directamente contra lo correcto, conducente y útil para la mayoría. Lo mismo de ayer, se presenta en el hoy. La responsabilidad no es considerada por la mayoría de legisladores que creen estar por sobre la ley y que se debe responder únicamente a negociados y padrinos.

Las muestras actuales son idénticamente coincidentes con la vieja Cámara de la vergüenza, que, en la realidad de las cosas, ha variado mínimamente en cuanto a sus componentes. En cualquier país donde prima lo honesto, correcto y el trabajo, la actitud de los defensores de la impunidad tendría como recompensa la cárcel. Cuando no sobra ni la vergüenza, lo nefastos es predominante.

La clase política repite la deuda, precisamente por comportamientos de quienes ostentan el poder. Ligados con narcotraficantes, contrabandistas, extorsionadores y de seudo profesionales, son algunas de las características de espectros que se valen de escaños e inmunidades para delinquir. Esta es la realidad de un poder plagado de irregularidades y donde lo politiquero prima por sobre los realmente importante.

No es ningún descubrimiento, pero no debería permanecer de la misma forma, periodo tras periodo. El replanteamiento de la forma de elección de legisladores debería ser pensado seriamente, pues no corresponde la proporción entre lo esperado y lo obtenido. Da pena observar bochornos cometidos por los honorables, que deberían estar ocupados en la solución de problemas verdaderamente reales y perentorios de la población. Diputados y Senadores también tienen plena responsabilidad en la mediocridad estatal de antaño.

La ciudadanía en general deberá replantearse objetivamente el rendimiento de este poder del Estado, creado en teoría como custodio de la Constitución Nacional, y de los intereses de los comunes. Pese a repeticiones en escaños, la mayoría de exponentes de ambas cámaras desconocen verdaderos roles y obligaciones. Existen algunos legisladores que no han presentado más que un par de proyectos de ley, del que ni siquiera son ideólogos, sino adherentes, pero son quienes más descalifican a otros iguales.

Esta mediocridad es terrible, más aún teniendo en cuenta los innumerables beneficios que un político inepto que por bromas de la vida, ha accedido a un escaño. No es monopolio exclusivo de legisladores la torpeza de mentes planas, sino de varias autoridades que lograron persuadir a incautos electores que creyeron en promesas de mejores tiempos. La estructura del poder sigue inundada por la corrupción y la mezquindad.

Cambiar esta realidad está en las manos de la ciudadanía, que debe entender que la participación en la vida política puede aportar grandemente para el avance del país. Más aún teniendo en cuenta que cualquiera puede ser mejor que los actuales legisladores, por lo menos en asuntos de interés general. El involucramiento real de los componentes de la sociedad, ayudará a una supervisión más cercana sobre labores de políticos, requisito básico para reencaminar a una representación por fin ideal.

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