Editorial

Propiedad privada…

Con el amparo de la impunidad propalada por los años, personas que fungen de sin tierras, proceden a realizar todo tipo de atropellos a la ley y reivindicar la violencia como “derecho” para despojar a otros de sus inmuebles. Esto incluso desde el propio Congreso.

Muchos que no son otra cosa que haraganes, se entremezclan con abogados, y políticos como portavoces válidos de organizaciones que más bien son promotores de invasiones a la propiedad privada y en muchos de los casos agresores del medio ambiente, o productores no precisamente de lo legal.

Intentar despojar de sanción penal a invasiones en la zona, muestra a las claras que la idea de obtener lucro de manera no normal, es decir trabajando, es la consigna de muchos que más bien son carentes de vergüenza.

Es lamentable que hasta la fecha, utilizando el pretexto de necesidades, se tenga extrema complacencia con agresores de garantías consagradas en la misma Constitución Nacional. Hoy en día cualquier persona poco apegada al trabajo, se alista entre seudo campesinos, o necesitados e invaden propiedades.

La belicosidad se intensifica por lo que es más que evidente que muchos delincuentes con insignias de necesidades materiales, se mimetizan entre los invasores. Para medir el nivel de personas que conforman estos grupos, sencillamente basta con analizar el “coraje” que demuestran, que en muchos casos utilizan hasta niños y mujeres como escudos cuando los desalojos son llevados a cabo.

Esto de ninguna manera es nuevo, y era totalmente predecible por la desidia oficial. Las invasiones a propiedades privadas se convirtieron en uno de los negocios más preciados por dirigentes, que por formar parte del grupo perciben importantes sumas de dinero. Algunos de estos “pobres” deben trasladarse en camionetas 4×4 de un municipio a otro, teniendo en cuenta que sus campos se multiplican mes a mes bajo la modalidad de invasiones.

Argumentando reivindicaciones falaces, se atrincheran en zonas productivas, talando árboles, e inmediatamente comercializando las parcelas invadidas, como verdaderas inmobiliarias. Otros en plena zona urbana, exigen tierras. No son sin tierras, sino sinvergüenzas. Todo ciudadano tiene derecho, pero también obligaciones. Nadie puede hacer justicia por manos propias, por lo que sí los inmuebles son irregulares, no corresponde a civiles aprovecharse, sino por medio de los conductos legales.

Todo esto es fruto de una cadena importante de inescrupulosos políticos, que los solventan. Muchas reivindicaciones verdaderamente justas, quedan desdibujadas, debido a la proliferación de parásitos vividores de la desgracia ajena, que ilusionan a cientos de compatriotas.

La necesidad de la tierra afecta a miles de familias compatriotas, siendo la gran diferencia que la mayor parte opta por trabajar honestamente y sudar la frente para hacerse de un terrenito y construir una casita. Es totalmente injusto que unos pocos, bajo el ropaje de una presunta pobreza material, tengan carta blanca para delinquir. La ley es clara y transgredirla no es justificable. Proteger lo que pertenece a uno, es una cuestión hasta natural, por lo que la norma, solo la hace positiva.

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