Dentro de la capacidad de “marginales”, un malviviente tiene la facultad de negar autorías de acciones irregulares cometidas, pese incluso a flagrancias, por lo que no es extraño que algunos políticos corruptos salgan a auto alabarse en vez de hacer mea culpa por despilfarros de dinero público, y atropellos a la transparencia.
Cuando se pierde la vergüenza, se pierde todo, incluso se pide nuevamente “confianzas”.
Y es así que autoridades se seguirán presentando como los seres iluminados y semidioses de la legalidad, integridad y moralidad, pese a la inmunda gestión al frente de intendencias.
Sin rubor, sin espanto, siguen expresando que las mediocres obras hechas durante gestiones, tienen la certificación mundial de calidad ISO y que los remedos de obritas concretados en unos pocos barrios, no son más que efecto de malas intenciones de la oposición.
Para sinvergüenzas, la transparencia solo es válida para enemigos políticos y la reputación solo es importante cuando se refieren a otros.
El que perdió la vergüenza, no tiene reparos en ir a cultos, celebraciones eucarísticas y hasta en ritos de “macumba”, para mostrase creyente.
El que lucra con dinero ajeno, el que se vuelve millonario mediante negociados con bienes públicos, no es más que un común delincuente, motivado por el lucro sin esfuerzo, o mejor con el esfuerzo ajeno.
Uno debe tener “poca sangre en la cara”, como para vivir como un jeque árabe, cuando en la práctica nunca, pero nunca ha trabajado de verdad, como para atribuir su buen pasar a las labores legales desarrolladas.
Solo en el mundo del revés esto puede quedar como anécdota, pues las evidencias de mala gestión están a la vista de todos. Solo “ciego$” no lo verán.
Es momento de romper con la monotonía general, y apoyar acciones encaminadas a evidenciar cómo es posible que clanes puedan erigirse en multimillonarios con salarios estatales “normales”. Nadie que tiene las manos limpias, se opone a intervenciones ni compra a miserables concejales para no auditar gestiones. Solo el que debe teme, sin términos medios.
Los promotores de lo que no debe ser que dan discursos hipócritas de transparencias, no merecen estancias en el poder.
Si bien es preciso que una mala persona, jamás puede ser un buen profesional, y menos una buena autoridad, sobran aspectos personales en muchos referentes como para comprender que la carencia de escrúpulos predomina conductas, y anestesian conciencias.
No existe mafia que prevalezca eternamente, y en la medida que se tengan voces de ciudadanos patriotas, las “ratas” deberán radicarse en alcantarillas, y ya no en cargos de poder.
De la ciudadanía depende que se extirpen corruptos de la función pública, y se devuelva la dignidad a una clase prostituida por políticos sucios.
Las ciudades necesitan de una reingeniería moral, que cree una escala única de valores como guía en el manejo de la cosa pública, y no remedos de gestiones que solo dejan despilfarros. La gente que de verdad está cansada de sinvergüenzas, debe apostar a cambiar de una buena vez, y extirpar cánceres que resultan clanes de bandidos que se empotran en comunas, con anuencia del propio pueblo incauto.