Editorial

La mala costumbre de “payasadas” como pelea por el pueblo

Sin ser novedad, pero si necesario seguir analizando, el diputado altoparanaense, Jorge Brítez (independiente), es el que sobresale entre el resto por sus “reclamos” y proyectos un poco más allá de lo circense, incluso superando el sacarse la camisa en plena sesión de la Cámara Baja, pidiendo de atención hacia el departamento. Sin ir muy atrás en la historia política, representantes del Alto Paraná, ya han brindado similares espectáculos circenses, antes que cumplir con obligaciones. Es así que la región observó sinvergüenzas y pintorescos políticos con curules en Asunción, brindando shows como los Waldemar Zárate, Dionisio Chilavert, Zulma Gómez, Paraguayo Cubas, y otros tantos que resaltaron más por payasos que conductas que concuerden con investiduras y necesidades contemporáneas.

Las muestras dadas en los diferentes legislativos, sean ellos comunales, regionales o nacionales, dan fe de la necesidad de establecer criterios, o mecanismos que obliguen a contar con mayores requisitos para acceder a puestos sumamente preponderantes. Es lamentable que se siga teniendo la misma inoperancia, ignorancia y desinterés por la noble labor de legislar a favor de la ciudadanía. Entre grandes acciones, se quiere hasta plantear legalizar el robo bagatelario.

Pese a cambios de gobiernos, el “statu quo” en todos los legislativos fomentan retrocesos y lentitud en avances a proyectos verdaderamente significativos para todo Gobierno, sean nacionales o sub-nacionales.  La politiquería barata prima en todas las corporaciones legislativas, por ello se siguen teniendo a borregos como parlamentarios, pero “zorros”, a la hora de populismo y fines de bolsillo.

Los que responden a quienes están en ejecutivos, lo hacen sin cuestionar absolutamente nada, como marionetas, y los que critican lo hacen buscando solo algún rédito político o económico, sin mirar en la función de contralor. Hay excepciones, pero imperceptibles. Muchos hacen oposición por oposición, y otros actúan como “bobos de la corte” con plenas angulemas. El significado de legislador va mucho más allá de la exposición general de quienes ejercen dichas funciones.

La mayoría de senadores, diputados, concejales municipales o departamentales, no tiene la mínima preparación para ser lo que son, por ello se multiplican episodios pintorescos. No solo pasa por una instrucción universitaria que es de suma importancia, sino a una falta de educación en principios, moralidad y ética. En ciertos casos lo mínimo que se pide es sentido común, y menos payasadas. Es cierto que muchos quienes ocupan legislaturas sí tienen formación profesional, pero actúan como si no lo tuvieran.

Muchos resaltan por mezquindades, terquedades, y egoísmos. Del mismo modo, jóvenes son partícipes de la vida política, pero protagonizando los mismos vicios politiqueros mercenarios. Con la salvedad que se valen para macanas por redes sociales. La decadencia está en el mismo interior de la persona. Difícilmente un ser humano desprovisto de principios pueda ser una autoridad honesta, firme y preocupada con la generalidad.

Generar leyes, o requisitos que obliguen a pasar por “cedazos” candidaturas para los cargos legislativos, así como sanciones por incumplimientos de deberes, sería un método de persuasión hacia quienes solo quieren ser legisladores  para lucrar o por escalar políticamente. Debería ser un delito solo hacer bochorno como labor legislativa.

La improductividad de las Juntas son pruebas palpables del nivel del trabajo legislativo. Las sesiones se convierten en zonas de chismes o discusiones irrelevantes, donde lo único que se logra es dar pena. Dejar sin quorum reuniones debería ser sancionable. Estos tiempos de crisis, deberían ser mucho más llevaderos, si en verdad se tuviera, a legisladores con tino, y patriotismo.

Literalizar desatinos, suma nada en este contexto donde el Este no solo padece por el Covid-19, sino por la consecuente crisis económica. La degradación del deber legislativo sigue en el mismo menester, por lo que es perentorio revertir la penosa realidad. Mientras se siga en el mismo ritmo de contraposición a la política originalmente concebida,  no se avanzará hacia ningún lado correcto, o al menos al esperado.

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