Editorial

El valor de la prensa conforme criterios subjetivos

Políticos, politiqueros, actores sociales y todo quien se considere medianamente “influenciador”,  proceden a medir de manera constante la objetividad de la prensa, presentando síntomas claros de incoherencias manifiestas y hasta posiciones irrisorias.

La prensa sigue siendo el  blanco preferido de mediocres autoridades y de corruptos que por bromas macabras ocuparon cargos oficiales. Bromas que tuvieron participación ciudadana.

Resulta que los medios de comunicación, al cumplir el rol de informar sobre arbitrariedades se convierten de elementos fundamentales de la sociedad, a parias, subjetivos, mercenarios, pues los protagonistas son amigos, apadrinados, correligionarios, amantes o parientes de quienes ostentan el poder.

Solo en la mente de un verdadero malviviente puede pasar que al ser descubiertos fechorías, despilfarros de dinero público, negociados y asquerosos robos se encuadren dentro de alguna persecución política.

La realidad es clara y no se puede dejar de considerar que a través de los medios se detectaron innumerables casos de corrupción, que desnudaron conductas de muchos impolutos y charlatanes.

Qué culpa tiene la prensa de que se soliciten informes sobre licitaciones “dudosas”, de obras mediocres, de contratación de operadores políticos en instituciones públicas?  No es culpa de los medios que proliferen “amigos” del poder de turno en cargos sin méritos y con frondosos antecedentes. Negociados con predios públicos el robo de millones, no fueron inventados por los medios. El lucro en emergencia no salió de una línea editorial.

La prensa pasa a ser “comprada”, por dar a conocer arbitrariedades de gobiernos tan mediocres y corruptos como los anteriores.

Los medios de comunicación no son los encargados de velar por la salud pública de los ciudadanos, ni culpable por robos, asaltos y la inseguridad, por lo que considerar tendenciosas realidades, es un absurdo bárbaro.

No es cuestión de subjetividad ni fanatismo, la realidad está nada más centímetros más allá de la propia nariz, por lo que no visualizarla es por una ceguera adrede.

Los que ostentan poder, o anhelan poseerla, deben analizar propias conductas  y guardar silencio cuando lo que se intenta expresar es el propio vicio.

Cualquiera es capaz de hablar bien de sí mismo, o de propios candidatos.

La tergiversación de información es un mal que abunda en algunos medios de comunicación, pero no a este nivel que intentan vender algunos sinvergüenzas,  prisioneros del fanatismo.

La ineficiencia, inoperancia, hipocresía y la vida de ricos de muchos que ni siquiera tenían para pagar el pasaje en el transporte público,  son cuestiones no atribuibles a los medios.

Es ridículo culpar a medios por el descalabro de fiascos oficiales o de los intentos de vender espejitos como adquisición de vacunas como golpe mediático.

El liderazgo errático e inconducente de varias organizaciones políticas, es un hecho de objetividad.

Medir a todos con la misma vara es un deber ajeno a amigos, o propios correligionarios de los periodistas.

Publicar  desaciertos de seudo políticos debe ser aplaudido, incluso por partidarios de los  “bastardos” del rubro.

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