Editorial

La politiquería corroe toda instancia que se le somete

Existe como realidad profusa, la incidencia de la política en todas las esferas del Estado, y de manera pronunciada y visible en el Poder Judicial. Si bien cada poder, en nuestro país  tiene absolutamente delimitadas funciones, potestades y hasta prohibiciones, el poder por sobre el poder es el concebido de la política, no en su esencia altruista sino en su forma bastarda.

Hasta la misma Constitución Nacional es franqueada, y la historia paraguaya tiene elementos de sobra como para demostrar que la política criolla es la que manda. Sosteniendo lo dañino de la politiquería barata en esferas como el Judicial, resoluciones judiciales a la medida de diputados, senadores, y ministros, son claros ejemplos. Investigaciones de la fiscalía atenuadas mediante llamadas telefónicas, dan pie que el blindaje va mucho más allá que meros fueros.

La politiquería origina el bandidaje. Penosamente, el Paraguay sigue siendo el país donde las reglas solo rigen para quienes no gozona de un buen padrino político. Aquí  hasta los cargos en instituciones públicas deben tener el acento del poder político, pese a discursos de cambios.

La idoneidad, la honestidad, y buena reputación nombradas en las normas más elevadas para corresponder a cargos de magistrados, no tienen un solo peso en contra, pues el dinero, y las “bendiciones” de grupos partidarios son lo que realmente determinan quien o quienes integran ternas. De ahí que el ambiente más corrupto tiene dirección precisa.

El verdadero poder está en nefastos personajes de la política, que hacen y deshacen al antojo, o mejor dicho al interés económico. La clase pensante casi no está presente en esferas del poder. Todo está centrado en la política, no la realmente concebida, sino aquella que crea delincuentes de cuello blanco y forman séquitos denominados seguidores.

Mientras el poder de facto en el Paraguay siga siendo el “hijo bastardo” de la política jamás avanzará a puerto seguro. El poder detrás del poder solo puede marcar pautas de sobrevivencia en sociedades donde el “cretinismo” es epidémico, por lo que es hora de tener en cuenta el cambio de realidades.

No es posible que todo siga en el mismo surco de la desigualdad, y que el dominio de la situación pase por lo fáctico. La recomposición de las instituciones, se logrará en la medida que se despeje, al menos públicamente, de la injerencia política en estamentos como el Jurado de Enjuiciamiento y Consejo de la Magistratura.

Los cupos de partidos políticos son el cáncer que carcome cualquier esperanza de cambio en instituciones, por lo que si bien ahora se habla de cambios, es importante no aplaudir la sustitución de seis por media docena. No se puede seguir contraponiendo el deber ser, y anestesiarlo con que todo es normal en Paraguay mientras siga lo nefasto como regla.

Todos conocen el manejo de los poderes, y a la par la incidencia de la clase política que desfiguran verdades. Las cadenas de la corrupción y el tráfico de influencias, deben ser cortados y crear una “cultura” de lo correcto, caso contrario no se tendrá el imperio de la ley y de la justicia social.

Últimas

Inicio