Editorial

El acento político…

Desde sus orígenes se ha diseñado una división de poderes, con el propósito de equilibrar potestades, siendo concebido en la misma Constitución Nacional. En ellas están predeterminadas, funciones, potestades y prohibiciones. Sin embargo, en la praxis el poder que hace y deshace, que no tiene prohibiciones, menos límites, tiene que ver con la política.

Todo se logra, se rompe, se destartala, cuando se tiene como respaldo lo político. No existe norma, procesos y leyes “erga omnes”, cuando la política ingresa en el contexto de poderes. Resoluciones judiciales a la medida de narcos, diputados, senadores, intendentes, gobernadores y  ministros, muestras lo manifestado.

Investigaciones de la fiscalía atenuadas mediante llamadas telefónicas, dádivas y “nombres”,  dan pie que el blindaje va mucho más allá que meros fueros, y garantías procesales. El Paraguay es el país donde las reglas solo rigen para “los comunes”. El “hijo de”, “ahijado” de zutano, el apadrinado, tienen condiciones de comprar libertad. Hasta los cargos en instituciones públicas deben tener el acento del poder político.

La idoneidad, la honestidad, y buena reputación nombradas en las normas más elevadas para corresponder a cargos como de magistrados, fiscales, y hasta docentes, no tienen un solo peso en contra, pues el dinero, y las “bendiciones” de grupos partidarios son lo que realmente determinan quien o quienes integran ternas. Esto casi de siempre.

El verdadero poder lo ejercen los políticos, principalmente los que además gozan del caudal  económico correspondientes para alquilar el poder. La clase pensante no está presente en esferas del poder, pues no conviene mucho, para mercenarios. Todo está centrado en la política, no la realmente concebida, sino aquella que crea delincuentes con escudo de impunidad.

El Paraguay jamás avanzará a puerto seguro, mientras este poder de facto predomine por sobre las únicas investida de poder soberano. El poder detrás del poder solo puede marcar pautas de sobrevivencia en sociedades donde el “cretinismo” es epidémico, y donde la cobardía es aprobada. No es posible que todo siga en el mismo surco de la desigualdad, y que el dominio de la situación pase por lo fáctico.

La recomposición de las instituciones, es urgente, al menos si es que se quiere mejores condiciones para la generalidad. La Justicia dejó de serla hace décadas, salpicada por la inmundicia del rubro, mediante dádivas y padrinazgos. Los cupos de partidos políticos son el cáncer que carcome cualquier esperanza de bienestar. Las injerencias convierten en marionetas a quienes se dejan someter, pues el círculo es vicioso.

Jueces apadrinados hacen que gire el engranaje de lo vil en la justicia para beneficio propio y de mafias políticas. Todos conocen el manejo de los poderes, y a la par la incidencia de la clase política que desfiguran verdades, por lo que no resta por definirla, sino combatirla con seriedad. Es hora de cambiar realidades, y esto solo será posible si el pueblo impone su sed de respeto pleno a lo que dictan las leyes.

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