Editorial

El reclamo de lo justo

En los últimos tiempos, el Paraguay ha experimentado interesante cambio de comportamiento, no en la medida necesaria aún, pero adoptó como “normal” movilizaciones de casi todos los sectores, con reclamos que variaron entre lo justo, correspondiente, hasta lo inverosímil y fútil. Con mayor asiduidad en las redes sociales, y acompañando escraches que han molestado a estamentos de poder.

El derecho a la manifestación sigue siendo libre, con ciertas limitaciones legales, y todos los estamentos lo utilizan hasta el hartazgo, mayormente no cumpliendo con los parámetros propios del respeto hacia terceros, algo que resta en lo aplaudible. Existen reivindicaciones que en su mismo origen son razonables y hasta necesarias.

Y son aquellas que piden tratos igualitarios, que solicitan justicia, atenciones a sectores desprotegidos, y olvidados por un Estado inerte, aquellos que exigen acciones para contrarrestar pobreza,  inseguridad y la falta de trabajo,  por sobre todo, movilizaciones que no ocasionan molestias a terceros, con cierre de rutas, con actos vandálicos y violencias innecesarias.

El reclamo de un derecho, jamás puede sobreponerse al derecho ajeno, siendo esto invariable para marchas juveniles, estudiantiles, docentes y de estamentos de servicios. Visualizar estas realidades, será el tramo necesario para restituir el verdadero fin de una movilización o acto de protesta. Cualquier poder de convocatoria no se puede medir por la cantidad de “arreados”, si no por el nivel de apoyo en puntos de vistas y posiciones argumentadas con seriedad y sobriedad.

No se trata de coartar un derecho de libre expresión, si no tratar de concienciar en la necesidad de depurar, diferenciar a “ratas” de  patriotas, de manifestantes de patoteros y de líderes de oportunistas. En varias ocasiones, la esencia o promoción de la medida es buena, pero en ella se esconde un fin que solo comprende personalismos.

Del mismo modo, los sectores poderosos, con fuerte capital, se pliegan a este derecho ciudadano, sacando a las calles sus imponentes equipos, y buscando defender intereses de sus rubros, por lo que efectivamente el Paraguay es el país de las movilizaciones. Inoperancias gubernamentales, cuyos integrantes no entienden que son quienes están obligados en dar atención a los problemas más graves del territorio Nacional, merecen reclamos firmes, constantes y con resultados.

Ya se tienen muestran de cómo es significativo el expresar descontentos, pues cuando uno conoce sus derechos y obligaciones, se involucra en su comunidad, institución oficial, universidad u otros tipo de ente, no solo tiene el derecho de reclamar, sino la obligación de no callar irregularidades. En el Paraguay se avanza hacia una generación pensante, que ya no se deja eludir con facilidad por timadores, por lo que resulta más que importante cuidar esta herramienta de la libertad.

Cortar de luchas a  quienes “ensucian” marchas, quienes quieres solo “figuretear” para fines electorales, será el comienzo del saneamiento de las movilizaciones. Todo reclamo justo, debe tener impacto. El estamento de poder, por lo general ha mostrado más interés en obras en consecuencia, por lo que cada acción de descontento hecha saber, de la manera correcta, siempre tendrá efecto.

Es importante no perder de vista la necesidad de reencausar acciones oficiales, en base a la presión ciudadana, cuando ellas no responden a las inquietudes reales de la población que penosamente, ante la mediocridad oficial, se ve compelida a hacerse sentir, cuando los líderes prefieren obviar deberes.

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